Rapiñando voy, rapiñando vengo

Si nos vieran nuestras madres… Hay cosas que no creemos que les contemos de este viaje, porque cuando pasas tanto tiempo fuera de casa viajando de hostal en hostal (eso cuando tienes hostal y no duermes/vives en un medio de transporte o un aeropuerto) acabas
haciendo ciertas cosas de las que no te sientes del todo orgulloso… Y claro, eso a una madre no siempre le puede parecer bien. Pero, madres, tenéis que entender que se trata de sobrevivir y tampoco tenemos mucho que perder, aparte de la vergüenza (y nos queda
poquita)… Allá van algunos trucos confesables, que tampoco los vamos a contar todos.

Supervivencia backpackera
Cuando te conviertes en backpacker (no hace falta carnet, ni diploma, ni viene de regalo con mochila y saco de dormir) asumes ciertas normas no escritas que casi todo el mundo cumple: se etiqueta la comida propia y no se roba la ajena, se respeta a los que duermen al lado, se comparte espacio lo mejor posible con hasta 20 personas en la misma habitación, los baños son comunes y hay que esperar turno… Pero también acabas descubriendo algunos momentos claves que no toda la gente conoce y en los que puedes aprovechar las normas en tu beneficio. Porque aunque convivir con tanta gente a veces es incómodo, tiene sus ventajas.
El primer momento sagrado del día es cuando alguien abandona la habitación. Tanto caos, tantas bolsas, ropa por todas partes que nadie sabe de quién es… Vuelves de desayunar y en tu habitación ha habido estampida general. Las camas que te rodean han quedado libres en espera de nuevos backpackeros, pero, ¡aaah!, no todo el batiburrillo de ropas y enseres varios ha desaparecido. Abandonados ahí quedan todo tipo de objetos que ahora claramente no tienen dueño.. En resumen, la gente se olvida de todo: ropa, toallas, bolsos, geles de baño, champús, cremas, colonias… Podríamos haber llenado otra mochila
entera con los olvidos de los demás. De hecho, sabemos de alguien que aumentó en varios kilos el peso de su maleta trabajando en la limpieza de habitaciones en un hostel…
Otro momento clave es cuando se hace la limpieza del frigo comunal y la comida que ha quedado olvidada o no tiene nombre pasa a esa maravillosa balda o bandeja en la que pone ‘free food’. O cuando esas personas generosas y adorables se van del hostel y deciden que no les merece la pena cargar con el ketchup, el arroz y el azúcar a medias. Aaayy, queridos, es asombroso cómo la comida tiende a saltar de esa zona ‘free food’ a la bolsa del backpackero… ¡Si eres listo, rápido y eficaz, te la puedes llevar tú!

Si es ‘free’, ¡para mí! (también conocido como la maniobra ‘you have seen it’)
Lo de la ‘free food’ está claro, porque lo dice su propio nombre bien clarito. Pero si te fijas bien, en realidad a tu alrededor hay muchas cosas gratis. Son cosas que han puesto ahí para tu uso y disfrute, así que no las desprecies, que está muy feo, hombre.
Hay degustaciones en los supermercados, en la calle y en el metro. Sólo tienes que acercarte, probar lo que sea (dos siempre se saborean mejor que uno) y poner cara de que está muy rico y todos tan contentos. También hay un puñado de sobres de azúcar/ketchup/mostaza/café soluble tristes y abandonados en la mesa de ese bar en el que has hecho el exceso de sentarte a tomar un café. Incluso hay probadores o ‘testers’ en los supermercados y perfumerías que dispensan gratis un montón de cosas, desde cremas hasta maquillaje. Increíble, ¿¡verdad!?
También hay muchos servicios y lugares gratuitos en casi todas las ciudades, como algún autobús o algún cine al aire libre y un montón de museos o galerías, jardines botánicos… Sólo hay que ir a la oficina de turismo o a la recepción del hostel y preguntar directamente qué puedes hacer sin pagar, porque ¡¡resulta que la información también es ‘free’!!

Rellenar y recargar, todo es empezar
Es más ecológico y más cómodo porque no acumulas cosas en tu ya repleta mochila. Así que reutiliza y recopila allí donde veas algo útil. Rellena tu bote de sal, pimienta, azúcar o café con los botes comunales (sí, esos de la ‘free food’ que son demasiado grandes para llevártelos), tu bote de jabón con el gel de manos del baño del bar, la botella de agua en la fuente (que a veces hasta está fresquita)… Coge papel higiénico y/o toallitas allí donde veas, sirven de servilletas y pañuelos y te querrás mucho a ti mismo cuando llegues a otro sitio donde no haya. Carga el móvil o la cámara en esa estación donde tienes un par de horas tontas entre autobuses o en el baño del tren o en el centro comercial… En resumen, donde haya un enchufe, allá vas tú.

La wifi está ahí fuera
(y, si no, acércate con disimulo
a aquel bar)

Cuando estás lejos de casa, una de las necesidades básicas para mantenerte en contacto e informarte es Internet.
Y con un teléfono o portátil sólo tienes que encontrar una wifi (gratis, claro) para navegar. Sólo hay que ir por la calle rastreando redes abiertas, públicas o de bares cercanos («uy, vamos a pararnos aquí a descansar… No, un poco más cerca de la puerta de ese restaurante… ¿Quieres mirar tu correo?»). Hay hostels que te ofrecen la conexión gratis, igual que casi todas las bibliotecas y los Mc Donalds, y otras veces hay gente amable que simplemente te da la clave de la wifi si se lo pides con una sonrisa, ya sea en un hotel o en un aeropuerto. Así que échale morro y pregunta!!!

Bueno, al final ya véis que no era tan vergonzoso, no hemos llegado a la mendicidad y el robo… Aunque, por poner un ejemplo, así totalmente al azar, colarse en un hostel para poder tomar café gratis y leer en la sala común calentita igual no está del todo bien… Que
NO es que lo hayamos hecho, eh?! No, no, no…. Ayyyy, es supervivencia, madres, recordad, ¡¡supervivencia!!

Rapiñando voy, rapiñando vengo

4 comentarios en “Rapiñando voy, rapiñando vengo

  1. Melannie Agurto dijo:

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